--
(Riada Matarraña, octubre del 2.000, a su paso por Fabara, no sé cómo fue la de 1952, que tanto impresionó a Terenci.)
"Para el niño urbano emergía Nonaspe o cualquier ambiente rural como una amenaza hostil, plagada de demonios no catalogados."
ANTES DEL ALMUERZO
Me senté en la terraza del hotel y, en espera de la hora de la comida, abrí el libro y empecé a leer. Así empezaba el libro que me dispuse a leer sentado en la terraza del hotel esperando la hora del almuerzo. Apenas había leído unas diez páginas cuando el chico uniformado de gris me alargó un sobre que acababan de entregarle para mí. Fue entonces cuando, al levantar la vista del libro, me fijé en la rubia de verde que daba vueltas a mi alrededor. Traté de no fijarme demasiado en ella y abrí de nuevo el libro. Emprendí la lectura justo en el momento que la rubia vestida de verde daba vueltas alrededor del sillón. La rubia se me acercó por detrás y, con poco disimulo, trató de leer en mi libro. No se impaciente -dijo al ver que iba a hablarle-, yo no salgo hasta la página veintiuno. Dese prisa, antes aún han de salir la sirvienta y el banquero. Atónito leí. Dese prisa -decía- debemos hablar. Debí dejar de leer mucho antes. Ya era demasiado tarde. La puerta giratoria empezó a dar vueltas y apareció el banquero. Ya había empezado. Era preciso terminar pronto, que saliera la sirvienta, el banquero y ver qué significaba la comedia de la mujer de verde. Tal vez después de terminar el libro... Estaba leyendo estas líneas cuando sentí el roce de la mano del botones en el brazo alargándome un sobre. Ante la rubia de verde, ante sus palabras, me sentí irreal, leído. Intenté decirle que me dejara en paz, que ya sabía que iba a salir en la página veintiuno. Por lo visto no me tocaba decirlo. Tuve que esperar que saliera el banquero y la sirvienta. Estoy leyendo, sentado en la terraza del hotel, mientras espero la hora de la comida. Ya he empezado el libro. Es inútil intentar dejarlo. Por el espejo, ya veo al chico uniformado que se acerca con un sobre en la mano, una rubia vestida de verde sale del interior del hotel. Sólo falta esperar al banquero y la sirvienta, y si el que lee no cierra el libro sabremos en qué termina todo esto. (Ana María Moix)
De su vida real Ana María (Barcelona, 1947) elige comenzar por una muerte, la de su hermano Miguel, a los 18 años, el hermano intermedio entre Terenci y ella. "Yo tenía 15 años y fue muy duro. Ahora la muerte se silencia, se oculta, como las enfermedades, cuando tendríamos que convivir con ella porque está en todas partes." Uno de sus primeros recuerdos fue cuando murió su abuela materna, en su pueblo natal, Nonaspe (Zaragoza). Recuerda el jardín y una ventana que daba a un precipicio y a un río, que aquella noche rugía porque había riada, y después el silbido del tren, el correo de las cinco de la tarde, que era como se contaban allí las horas. "Tenía cinco años y me acuerdo de todo -dice- porque pensé que aquel momento era importante, que no lo olvidaría nunca." Su familia materna tenía un negocio de pintura y se trasladaron a vivir a la calle Joaquim Costa, el territorio de su infancia, el de su madre. "Durante años habló de cambiarse de casa y al final, cuando se decidió, lo hizo para cruzar la calle, al otro lado de la ronda." Hay mucho de su madre en su novela Julia, una mujer, "muy guapa", que define como distante y fría, "tal vez porque se sentía insatisfecha, como todas las mujeres inteligentes de una época llena de prejuicios". "Un día -añade- poco antes de morir, me dijo una frase que se me ha quedado grabada. ‘Nunca me he reído en el cine’, confesó, y eso que tenía una gran vitalidad." Sobre la figura de su padre dice que se ha acercado un poco ahora, "sobre todo a su carácter". De él le gusta evocar su sentido del humor y un talante extravagante que les salvó de la monotonía de otras familias. "Siempre alardeó de que nunca lo verían subir más allá de Gran Via y en muy pocas ocasiones lo incumplió." Ana María Moix -"fui una niña retraída, solitaria, cerrada, patológica"- , empezó a escribir a los 12 años y fue su hermano Terenci quien le enseñó el placer del cine y de la literatura. Después estudió Filosofía en una universidad en la que, con excepción de Emilio Lledó, todo respiraba cerrilidad. "Tuve un profesor de Metafísica que nos hablaba de la existencia de tres clases de ángeles, según el tamaño de las alas y la altura de su vuelo."
Ana María Moix también ha escrito libros infantiles:
-----Miguelón. Madrid: Anaya, 1986. Cuento.
-----La niebla y otros relatos. Madrid: Alfaguara, 1988. Cuentos.
Tapa blanda, 12x20 cms, 96 páginas
Materia: Publicaciones infantiles en general. Libros infantiles y juveniles.
Colección: Espasa juvenil
ISBN: 84-239-7071-X
AUTORA: Ana María Moix
Ilustrado por Alicia Cañas
Julio y Miguelón eran, como sucede a muchos hermanos, muy diferentes, sin que por ello pudiera decirse que uno fuera mejor o peor que el otro. Uno era rubio, el otro moreno; uno delgado, el otro corpulento; uno despistado, fantasioso y lento como una tortuga, el otro era rápido como la centella y siempre atento a las señales del entorno como un astuto piel roja. El problema era que Miguelón quería siempre lo que no tenía.
A partir de 10 años
Precio: 7.00 €
---------------------------------